Hace unas semanas quedé con un amigo que tiene una empresa de actividades náuticas (ALVAMAR) para echarle una mano con una actividad que estaba preparando con chavales de secundaria. Se trataba de acompañar al grupo en kayak desde Vilagarcía hasta la isla de Cortegada.
Los planes eran salir con un grupo de 20 chavales y una zodiak de apoyo, al llegar a la isla nos darían una charla, comeríamos, después haríamos una ruta de senderismo y volveríamos en kayak a Vilagarcía.
Pero como siempre que nos juntamos Manuel y yo las cosas no salen como estaban previstas.
El día de la salida llovía un poco, eso debió asustar a los aventureros por que en el club náutico de Vilagarcía sólo aparecieron 5. Tras varias llamadas Manuel decidió que saldríamos igualmente ya que sería una faena para los cinco valientes el hacerlos volver a casa. Así que tras las presentaciones correspondientes nos cambiamos y cogimos el material necesario. Los chavales se llaman Martín, Humberto, Dani, Einar y Adolfo. (aunque no estoy del todo seguro de los nombres, corrígeme si me equivoco, Manu)
Pero como siempre que nos juntamos Manuel y yo las cosas no salen como estaban previstas.
El día de la salida llovía un poco, eso debió asustar a los aventureros por que en el club náutico de Vilagarcía sólo aparecieron 5. Tras varias llamadas Manuel decidió que saldríamos igualmente ya que sería una faena para los cinco valientes el hacerlos volver a casa. Así que tras las presentaciones correspondientes nos cambiamos y cogimos el material necesario. Los chavales se llaman Martín, Humberto, Dani, Einar y Adolfo. (aunque no estoy del todo seguro de los nombres, corrígeme si me equivoco, Manu)
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El grupo dando buena cuenta de los bocadillos
Como no podía ser de otra manera, Manuel y yo nos olvidamos una bolsa de comida y nuestros chalecos en el pantalán y no nos dimos cuenta hasta llegar a Cortegada. Menos mal que faltaron la mayoría, si no ya nos veíamos practicando técnicas de supervivencia para poder comer.
Los kayaks que utilizaríamos serían tres autovaciables y uno de travesía.
Los kayaks que utilizaríamos serían tres autovaciables y uno de travesía.

Las Máquinas
El trayecto hasta la isla es corto y muy cómodo de hacer. Los únicos incidentes que tuvimos fueron que, al no tener práctica en el manejo del kayak, los chavales fueron haciendo “eses” y hacían más esfuerzo del necesario para remar, por lo que acabaron un poco cansados. Tuvimos que pasar entre un rondo de optimist y creo que alguno se acordó de nuestras familias.
Una vez en la isla nos recibió Paula, una educadora medioambiental del parque natural Illas Atlánticas, al que pertenece la isla. Después de explicarnos la especulación inmobiliaria sufrida por la isla y promovida por la casa real nos quedamos a comer en la playa para reponer fuerzas, ya que nos esperaba una buena ruta de senderismo.
Los bocatas estaban buenísimos y alguno se comió hasta cuatro, y eso que algunos llevaban la tortilla de mamá (cuanto te echo de menos, mami, con lo que me gustan tus tortillas).
Una vez en la isla nos recibió Paula, una educadora medioambiental del parque natural Illas Atlánticas, al que pertenece la isla. Después de explicarnos la especulación inmobiliaria sufrida por la isla y promovida por la casa real nos quedamos a comer en la playa para reponer fuerzas, ya que nos esperaba una buena ruta de senderismo.
Los bocatas estaban buenísimos y alguno se comió hasta cuatro, y eso que algunos llevaban la tortilla de mamá (cuanto te echo de menos, mami, con lo que me gustan tus tortillas).
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Vista de la isla desde la playa
La ruta que hicimos es muy fácil, ya que el pico más alto de la isla es de 19 metros, por lo que la caminata se hace totalmente en llano, como curiosidad decir que atravesamos el bosque de laurel más grande de Europa y comprobamos como en una isla tan pequeña podían convivir tantas variedades de vegetación ya que pasamos por bosques de pinos, eucaliptos, salgueiros y laurel.
Al acabar la ruta estuvimos un rato en la playa, mientras yo probé el esquimotaje con el kayak de travesía, el grupo siguió comiendo bocatas; cuando acabaron todos quisieron probar el kayak y nos echamos unas buenas risas con sus equilibrios y el vuelco de Einar.
Llegó la hora de volver y antes de partir decidimos jugar un partidillo de rugby para entrar en calor. Lo cierto es que dio resultado y al poco rato ya estábamos todos sudando.
El trayecto de vuelta fue más rápido por que los chicos remaron mejor y dieron menos vueltas para remar. Otra vez tuvimos que pasar por el medio de los barquitos con alguna maniobra evasiva incluida, pues un optimist casi embiste a un kayak.
En el pantalán de Villagarcía paramos un rato a jugar con los kayak, lanzándonos desde arriba al mar, colocándonos de pie encima del kayak y otros juegos que nos tuvieron entretenidos hasta que el frío hizo mella en el grupo y decidimos ir a darnos una merecida ducha de agua caliente.
Fue un día distinto y divertido, no me importaría repetir en otra ocasión.
Un abrazo desde aquí a los cinco aventureros y al gran jefe Manu.
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